A veces, una picada puede ser más que un plato compartido. Puede convertirse en una forma de celebrar la amistad, una excusa para jugar al truco o el motivo perfecto para brindar. Así nació Flor de Picada, un emprendimiento gastronómico de Ituzaingó que une tradición, sabores premium y el deseo de llegar a cada casa de la Zona Oeste con una propuesta distinta.

El proyecto tomó forma entre cervezas y charlas. Nacho Pintos venía de una experiencia en el rubro: “En 2022 tuve una fiambrería con un socio, pero no funcionó como esperábamos. Cerramos, pero me quedó la pasión por armar picadas. Disfrutaba mucho hacerlo y a la gente le gustaba lo que ofrecía. Siempre quise volver a eso: ofrecer un buen producto, de calidad y accesible”.

Ese impulso inicial encontró eco en Gaspar Grieco, amigo suyo desde hace dos décadas: “Un día Nacho me invita a tomar algo en Stroker, en Ramos. Me cuenta su idea de volver a hacer picadas y me sumé. Yo venía con ganas de probar algo nuevo, además de mi trabajo como periodista en la Universidad de San Martín. Confié en él, y arrancamos”.

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A ellos se sumó Ana Paula Gallardo para completar el equipo. Así nació Flor de Picada, que hoy ofrece cinco variedades principales:

Envido, pensada para dos personas que comen exclusivamente picada. Incluye seis tipos de fiambres, cuatro quesos, aceitunas verdes, castañas de cajú y tomates secos.
Quiero vale cuatro, para cuatro personas. A la propuesta anterior suma aceitunas negras y almendras.
Falta Envido, para ocho personas. Son las tablas más grandes, con doce variedades que incluyen lomo ahumado con hierbas y queso al pesto.
Real Envido, tabla de ocho quesos: camembert, reggianito, azul, ahumado con hierbas, al pesto, entre otros. Se complementa con tomates secos, tomates cherry, nueces y peras.
Truco, la picada dulce, que incluye bombones y chocolates rellenos elaborados por Nuco, una emprendedora amiga.

Además, Flor de Picada ofrece vinos, cervezas y el envío a domicilio sin costo en su radio habitual, que incluye Ituzaingó, el centro de Padua y el centro de Castelar. El servicio cumple con estrictos protocolos de higiene. “Usamos cofias, barbijos, delantales y alcohol para desinfectar todo antes y después. Nos importa que el producto no solo sea rico y económico, sino también seguro”, explicó Nacho.

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Para ellos, cada picada es más que una comida. Es una experiencia: “La comida es una forma de demostrar cariño. Es tradición, es compartir con quienes queremos”, expresaron los amigos. En ese sentido, Flor de Picada incluye un guiño especial para quienes eligen sus propuestas más completas: en las opciones para cuatro, ocho personas o de quesos, cada tabla llega con una carta de truco que se puede conservar. Si al cliente le toca hacer “Flor” (tres cartas del mismo palo), accede a una picada al 50% en su próximo pedido.

“Nos encanta jugar al truco. Siempre que nos juntamos hay comida, risas y cartas. Eso también lo queremos transmitir”, completaron. Flor de Picada busca llevar ese espíritu a cada mesa de la Zona Oeste: buena comida, buenos momentos y una carta bajo la manga.

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