Sociedad
29 Jun 2025
El tranvía de Ituzaingó: historia y memoria sobre rieles
Por: Leandro Fernández Vivas.
Un medio de transporte impulsado por un loteo conectó Villa Ariza con la estación del tren. Hoy, más de un siglo después, sus rieles siguen siendo parte del paisaje de la zona oeste.
Cuando el oeste era apenas una promesa de ciudad y los caminos eran de barro, una línea de tranvía atravesó la naciente Ituzaingó para unir su estación de tren con un nuevo barrio. Fue un proyecto comercial y vecinal, pero también una innovación urbana que perduró en la memoria. Más de cien años después, su legado aún se conserva en museos, veredas y relatos.
A comienzos del siglo XX, la región que hoy conforman Morón, Castelar e Ituzaingó estaba en pleno desarrollo. En 1907, el empresario José María Ariza impulsó la creación de un nuevo barrio al norte de la estación Ituzaingó del entonces Ferrocarril del Oeste. Conectado al negocio tabacalero, su estrategia de ventas ofrecía lotes a quienes reunieran 500 marquillas de cigarrillos Rico Tipo. Así surgió Villa Esperanza, aunque con el tiempo sería conocida como Villa Ariza.
La dificultad de acceso a esa zona postergó el crecimiento del barrio. Recién en 1914, cuando el banco Supervielle tomó el control del emprendimiento, se implementó una solución que cambiaría la historia: un tranvía de tres kilómetros que unía la estación con el corazón de la villa. Nacía así el Tranvía de Ituzaingó.
El servicio comenzó oficialmente el 24 de mayo de 1914 con un acto encabezado por el entonces intendente de Morón, Ernesto Grant. Tres coches de madera, de origen porteño y tirados por caballos, recorrieron por primera vez las calles Lavalleja, Defilippi, Olavarría y Alvear, con una terminal ubicada en la actual intersección de Defilippi y Lavalleja. Para dar la vuelta, se invertía el enganche del caballo, en un recorrido sin pendientes y con una sola obra de mampostería.
Con el tiempo, el servicio se amplió gracias al impulso del vecino Nicolás Defilippi, quien gestionó la extensión de la vía hasta su fábrica de ladrillos. Esto permitió también el uso del tranvía como medio de carga, lo que llevó a incorporar zorras especiales para transportar materiales.
En 1926, la tracción a sangre fue reemplazada por motores de Ford T. Para adaptarse al nuevo sistema, se instaló una plataforma giratoria frente a la estación y un triángulo de vías, o rulo, en el extremo opuesto. El cambio trajo mejoras en velocidad, confort y capacidad, aunque no alcanzó para sostener el servicio por mucho tiempo más.
La llegada de colectivos y la pavimentación de las calles redujeron la demanda. En 1937 se dio por finalizada su operación regular, aunque hasta 1942 aún circuló esporádicamente. El tranvía desapareció, pero dejó una huella imborrable.
Hoy, en la llamada Rotonda de las Cinco Esquinas, en la zona también identificada como Los Portones, aún pueden verse tramos de los viejos rieles sobre la calle Defilippi. También se conserva el ancho original de la vereda, que marca el paso de aquellos coches de madera.
Mirá el video con la historia del Tranvía de Ituzaingó en este REEL.
A comienzos del siglo XX, la región que hoy conforman Morón, Castelar e Ituzaingó estaba en pleno desarrollo. En 1907, el empresario José María Ariza impulsó la creación de un nuevo barrio al norte de la estación Ituzaingó del entonces Ferrocarril del Oeste. Conectado al negocio tabacalero, su estrategia de ventas ofrecía lotes a quienes reunieran 500 marquillas de cigarrillos Rico Tipo. Así surgió Villa Esperanza, aunque con el tiempo sería conocida como Villa Ariza.
La dificultad de acceso a esa zona postergó el crecimiento del barrio. Recién en 1914, cuando el banco Supervielle tomó el control del emprendimiento, se implementó una solución que cambiaría la historia: un tranvía de tres kilómetros que unía la estación con el corazón de la villa. Nacía así el Tranvía de Ituzaingó.
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El servicio comenzó oficialmente el 24 de mayo de 1914 con un acto encabezado por el entonces intendente de Morón, Ernesto Grant. Tres coches de madera, de origen porteño y tirados por caballos, recorrieron por primera vez las calles Lavalleja, Defilippi, Olavarría y Alvear, con una terminal ubicada en la actual intersección de Defilippi y Lavalleja. Para dar la vuelta, se invertía el enganche del caballo, en un recorrido sin pendientes y con una sola obra de mampostería.
Con el tiempo, el servicio se amplió gracias al impulso del vecino Nicolás Defilippi, quien gestionó la extensión de la vía hasta su fábrica de ladrillos. Esto permitió también el uso del tranvía como medio de carga, lo que llevó a incorporar zorras especiales para transportar materiales.
En 1926, la tracción a sangre fue reemplazada por motores de Ford T. Para adaptarse al nuevo sistema, se instaló una plataforma giratoria frente a la estación y un triángulo de vías, o rulo, en el extremo opuesto. El cambio trajo mejoras en velocidad, confort y capacidad, aunque no alcanzó para sostener el servicio por mucho tiempo más.
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La llegada de colectivos y la pavimentación de las calles redujeron la demanda. En 1937 se dio por finalizada su operación regular, aunque hasta 1942 aún circuló esporádicamente. El tranvía desapareció, pero dejó una huella imborrable.
Hoy, en la llamada Rotonda de las Cinco Esquinas, en la zona también identificada como Los Portones, aún pueden verse tramos de los viejos rieles sobre la calle Defilippi. También se conserva el ancho original de la vereda, que marca el paso de aquellos coches de madera.
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Leandro Fernández Vivas
Periodista
Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.